junio 04, 2014

Someone exactly like him

Amaba su risa discreta y sus carcajadas exuberantes, sus rizos café siempre enmarañados y alegres que parecían nunca haber conocido el peine ni las tijeras, las escasas pecas que tenía en los bronceados hombros y como al despertar parecía haber comido dulces de canela.

Con miradas nos comunicábamos mejor que con palabras, ambos éramos de cabello rizado y poseíamos el mismo sentido del humor tan sarcástico. Odiábamos hablar por teléfono, preferíamos mandarnos mensajes. Nunca llegamos a jugar pacíficamente a las cosquillas, se escuchaban las risas y gritos desde lejos y siempre uno de nosotros terminaba golpeado sin querer por la otra persona.

Nos enojábamos continuamente y podíamos pasar horas sentados argumentando nuestros puntos de vista y tratando de convencer al otro que teníamos la razón. Nunca llegábamos a un punto medio y nunca llegábamos a convencer al otro, pero de cualquier manera ese enojo no nos duraba mucho. 

Lo que si nos duraba era ese amor que teníamos por los dulces, él los de canela y yo los de mantequilla, el gusto por el rock clásico y cursi, los abrazos largos y sin sentido, así como por los días lluviosos. 

No voy a mentir diciendo que poseía ese olor a hombre que encontraba irresistible para mí ni que podía localizar su risa en un cuarto lleno de personas y sentir su presencia incluso si no lo podía ver. 

No tengo esa clase de súper poder y no conozco a una persona que lo posea, pero en esos momentos él era mío y yo era de él.