noviembre 28, 2013

Perspectiva

Siempre había estado presente en mí, la idea del suicidio y nunca se realizó porque no tenía lo que necesitaba a la mano, pero básicamente todo estaba ligeramente diseñado.

No me da miedo la muerte y tampoco la incertidumbre de qué es lo que hay después de ella. 

No temía suicidarme. 

Por mal que suene eso, no le tenía miedo a la idea de dejar de existir, de dejar de vivir.

Pero después de que una prima lejana de 21 años (a la que realmente no conocimos) se suicidara y yo viera como reaccionaron sus familiares y mis seres queridos más cercanos, sentí que debía de alejar de mi mente el constante pensamiento de suicidio. 

Es como si este desafortunado incidente pusiera todo el perspectiva, el ver como lloraba su mamá y el dolor con el que expresaba su dolor al ya no poder volver a ver a su niña, el no verla crecer, el no verla nunca más; el ver a su hermano igual de triste y deshecho, como mi abuelita lloraba al escuchar y decir que preferiría morirse antes de tener que sufrir el dolor de perder un hijo, igual mi mamá y mi papá se sentía realmente devastados, mi abuelito se sentía igualmente decaído sobretodo al haberla frecuentado más, de hecho él la enseñó a caminar.

Mis papás dijeron que para todo hay solución (excepto para la muerte) pero creo que a veces cuando estás en depresión, simplemente no puedes ver la solución o la salida para la situación o la manera en la que te sientes, solamente te sientes solo y sin esperanza. Ellos no lo saben o no lo asimilan porque, al parecer, no se han sentido así. Pero para mi es bastante creíble y posible.

Como sea, el punto de esta reflexión es que ya no pienso en el suicidio de la manera y frecuencia con la que lo hacía antes. Pero no por mí, sino por el dolor que sufriría mi familia.